lunes, 14 de diciembre de 2009

Autonomía, ¿en peligro?

A raíz de la postulación y eventual ratificación en el Senado de Agustín Carstens como Gobernador del Banco de México se ha señalado, sin sustento, que ello podría debilitar y hasta poner en peligro la autonomía del banco central. Cuando se habla de la autonomía del banco central hay dos vertientes de la misma: la autonomía política y la autonomía económica. La primera se refiere a los mecanismos para la integración de la Junta de Gobierno y las causas de remoción de alguno de sus miembros. La autonomía económica se refiere a la independencia con la cual el banco central define y ejerce la política monetaria; ambos conceptos están establecidos en el artículo 28 constitucional, el cual señala que “El Estado tendrá un banco central que será autónomo en el ejercicio de sus funciones y en su administración…. Ninguna autoridad podrá ordenar al banco conceder financiamiento”.

Respecto de la autonomía política, tanto el propio artículo 28 constitucional como los artículos 38 al 41 de la Ley del Banco de México establecen el procedimiento y requisitos para integrar la Junta de Gobierno del banco central, mientras que el artículo 43 establece las causas de remoción de algún miembro de esta Junta. Por lo que corresponde a la integración de la Junta destaca el que los nombramientos de cada uno de los miembros se harán de manera escalonada lo que implica que, salvo por alguna razón excepcional, el Presidente de la República en turno no habrá nominado a la mayoría de sus integrantes. Este mecanismo, que por sí mismo le da independencia al Banco, se complementa con las causas de remoción, las cuales solo se podrán dar por causas graves; de las nueve causales establecidas en el artículo 43 de la Ley, ninguna establece como causa de remoción el negarse a otorgar financiamiento al gobierno.

Otro aspecto relacionado con la independencia del banco central y que evita que el Presidente de la República determine la conducción y el rumbo de la política monetaria es que al ser la Junta de Gobierno un cuerpo colegiado, las decisiones se toman por mayoría y solo en caso de empate el que presida la Junta tendrá voto de calidad.

En cuanto a la autonomía económica, siendo que el único objetivo del Banco de México es procurar el poder adquisitivo de la moneda, las decisiones de política monetaria que tome la Junta de Gobierno se hacen con el propósito de alcanzar este objetivo. Esto no implica, sin embargo, que estas decisiones se hagan sin tomar en consideración variables fundamentales, destacando la evolución de actividad económica, la política fiscal, la política de endeudamiento del gobierno y las condiciones del entorno internacional a las cuales se enfrenta la economía mexicana.

Un comentario final sobre la postulación de Agustín Carstens para presidir el Banco de México. Él, como cualquiera que haya integrado en el pasado la Junta de Gobierno o sea actualmente miembro de ésta, sabe que la principal contribución que el banco central puede hacer al crecimiento sostenido de la economía es la estabilidad de precios y que poderla alcanzar es indispensable que las decisiones de política monetaria se tomen siempre con completa autonomía.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Aqui no pasa nada...

Annus horribilis. Así será recordado este año y no solamente por la estrepitosa caída del PIB sino también, más significativo aún, porque nuestra mezquina clase política dejó ir otro año para modificar el marco institucional en el cual nos desenvolvemos los agentes económicos. La consecuencia es obvia: México seguirá teniendo en los años por venir un desempeño económico notoriamente mediocre, caracterizado por muy bajas tasas de crecimiento, una incidencia de pobreza que difícilmente bajará y una distribución del ingreso cada vez más inequitativa, con el 0.001% más rico de la población aumentando su participación en el ingreso nacional. México es el país en el cual “no pasa nada” excepto, claro está, el esfuerzo de los poderes fácticos para mantener el statu quo que les permite apropiarse de una enorme cantidad de rentas a costa del bienestar de la mayor parte de los mexicanos.

Lo que observamos este año es simplemente la continuación de lo que se había se ha registrado en el pasado reciente: la inamovilidad de los privilegiados por el sistema político mexicano. Es esta ausencia de cambio en las estructuras del sistema político y económico del país lo que tiene postrada a la mayor parte de la población en un escenario de estancamiento intergeneracional del bienestar familiar. Para la mayor parte de los mexicanos sus perspectivas económicas son que, en el mejor de los casos, sus descendientes tendrán, a su misma edad, el mismo nivel de bienestar que ellos tienen ahora. Y esta situación solo puede denominarse de una manera: el absoluto fracaso de México como nación en el proceso de desarrollo económico.

México es el país donde no pasa nada. Se debería haber aprovechado este año crítico para imprimir un sentido de urgencia a la imperiosa necesidad de hacer las modificaciones en el esquema de incentivos que se derivan del marco legal y regulatorio para alinear estos con el objetivo de mayor crecimiento económico; simplemente no se hizo. Nos la pasamos un año escuchando declaraciones de funcionarios públicos, legisladores, empresarios y otros afirmado que ya es tiempo de hacer estas reformas, de que si no se hacen seguiremos perdiendo terreno en la arena internacional, siendo cada vez menos competitivos en materia de comercio internacional y como destino de la inversión extranjera. Puras habladurías y nada, absolutamente nada que se haya concretado, con excepción del cierre de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.

Perdimos la oportunidad de hacer una profunda reforma fiscal; en materia tributaria lo único que se hicieron fueron unos cuantos parches para salvar el año próximo mientras que por el lado del gasto los mexicanos observamos azorados como los políticos se apropiaron del botín de recursos públicos, particularmente los 32 reyezuelos que gobiernan cada una de las entidades federativas. Perdimos la oportunidad de hacer una reforma en telecomunicaciones, en energía, en lo laboral, en lo regulatorio, etcétera. Simplemente perdimos otro año.

El tiempo se agota; solo nos quedan 15 años para aprovechar la ventana de oportunidad demográfica. Si nos quedamos en el “aquí no pasa nada”, seremos en el futuro cercano un país de viejos y pobres. Seremos un país con el futuro cancelado, un fracaso como nación